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El problema de la misoginia

  • Marta Monforte Jaén
  • 17 ene 2015
  • 2 Min. de lectura

Opinión personal


Por desgracia, a lo largo de mi corta vida he escuchado decir tanto a hombres como a mujeres: "es que claro, las jovencitas de hoy día se visten muy provocativas y luego pasa lo que pasa". Imaginad la rabia que se siente al escuchar tal comentario, no únicamente por mi, sino por todas las que no pueden defenderse en ese momento.


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La misoginia es un problema grave de esta sociedad, que aceptamos con una facilidad que asusta. Muchos y muchas dirán que peor se estaba hace cincuenta años, y no les falta razón, pero eso no es justificación. Veo esta desigualdad cada día, la veo en los medios de comunicación, en los que se cae habitualmente en el error de menospreciar la inteligencia de la mujer en favor de su físico, en la creencia popular de que las mujeres no saben de deportes o de economía, en la que se examina más a fondo su ropa que su mente. La veo en las empresas, en las que las mujeres carecen de altos cargos, y las que los tienen reciben un sueldo menor que los hombres. Pero también la veo a mi alrededor, a quién queremos engañar.


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La veo en cada "esa es una puta" perpetrado por hombres y mujeres, con y sin motivo. ¿Como podemos tan siquiera aceptar que se diga eso de nosotras o, lo que es incluso peor, entre nosotras mismas? Y se utiliza para todo, además. Para criticar a alguien que es guapa, y también para la que no lo es, o que es inteligente, o que miente, o que engaña, o que es simpática, o que triunfa entre el sexo contrario. Cualquier excusa es buena. Se utiliza como peyorativo, para ofendernos, para atacarnos. Y lo aceptamos. Aceptamos que se lo digan a otras mujeres, o decirlo nosotras. Si esa es la forma de sentirse superior, mal camino llevamos. Deberíamos alabar a cualquier mujer que se acueste con tantos hombres le plazca, a la que se viste como quiera, a la que sea muy competente en su trabajo y a la que le guste estudiar y salir de fiesta.


Y sin embargo, muy pocas veces he escuchado esta palabra en conversión al masculino. Incluso nos parece algo ridícula: puto. De hecho, solemos decir: será hijo de puta. Es decir, volvemos a denigrar a la mujer y lo peor que puede pasarte ser hija/o de lo que ya comúnmente denominamos 'puta'. Qué pena, ¿no?

 
 
 

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